Imagino que todos (o casi todos) hemos visto este anuncio en Navidad. Pero casi seguro que no hemos reflexionado sobre él como lo hace Carme Chaparro en su blog. Es por ello por lo que os lo reproduzco a continuación:
Si yo fuera un hombre estaría muy, muy enfadado. Ya está bien de malas madres
Medio país llora con el anuncio de esos niños que en la carta de los Reyes piden a sus padres y madres que pasen más tiempo con ellos. /// Pero el anuncio en sí es una trampa. /// ¿Se han fijado quién habla? ¿Quién lee los reproches? ¿Quién opina?
Querido diario,
Ya lo sabes, las mujeres somos las campeonas de la culpabilidad.
Campeonas mundiales, universales hasta el infinito y más allá.
Schrödinger no tendría dudas con nosotras. Si su gato estaba muerto a la
vez que estaba vivo, las mujeres no tenemos dos opciones: vivimos en un
estado constante y permanente de culpabilidad.
Y cuando parecía que no podía ser peor, va y nos convertimos en madres. Y si el bebé nace con poco peso es culpa nuestra. Y si nace gordo también. Y si llora mucho. Y si llora poco.
Y si damos el pecho y nos duele. Y si no damos el pecho. Y si me come
mucho. Y si no me come. Y si le pega a los otros niños. Y si se deja
pegar. Y si hacemos los deberes con ellos y somos muy duras. Y si no
tenemos tiempo para hacerlos. Y si dice muchas palabrotas. Y si se deja
insultar. Y si. Y si. Y si.
Pero ya estoy harta, querido diario. ¿Sabes? Ya estoy harta. Ya está bien .
No soy una mala madre por trabajar. No soy una mala madre por tener un horario bastante incompatible con el de mis hijas.
No soy una mala madre por pedirles que se entretengan un rato solas
porque tengo que escribir algo urgente. No soy una mala madre por desear
que duerman varias horas seguidas esta noche, por favor por favor por
favor. No soy una mala madre por dejarlas jugando solas para darme una
ducha. No soy mala madre por obligarlas a hacer la siesta y así poder
preparar los menús de la semana.
Y ya no os digo si me doy al vicio de ir a la dentista (he tardado un año en arreglarme una muela que me partí en el parto). Mala madre. Mala madre. Mala madre.
Por eso me cabrea tanto no sólo sentirme así, sino que me hagan sentir así. Porque no me dirás, querido diario, que no has llorado estos días con el anuncio ese de la carta de Reyes de los niños a sus padres.
Sí, el de esa multinacional nórdica del mueble en el que los niños les
piden a sus padres que pasen más tiempo y jueguen más con ellos. Que no quieren más juguetes, sino tiempo con sus padres.
¡Qué ternura! ¡Qué bonito! ¡Qué emoción!
Sí, el anuncio ideal de las Navidades. Y lo sería. Si no tuviera trampa.
¿No te das cuenta, querido diario?¿No te das cuenta de lo que ese márketing emocional significa en realidad?
Cuenten, cuenten. Para empezar, cuántas mujeres y cuántos hombres hay.
En el video vemos a 5 hombres y 11 mujeres. Y no sólo son ellos son la mitad, sino que todos los hombres están en pareja, pero seis de las mujeres están solas.
Seis madres solas. ¿Por qué no un papá solo? ¿Es que no hay hombres
–separados, divorciados, viudos- que quieran pasar más tiempo con sus
hijos?
Y fíjate, también, querido diario, en que sólo hablan las madres.
Sólo leen las cartas-esas cartas con tanta culpa- y opinan sobre ellas,
las mujeres. Bueno, un papá ayuda a su pareja cuando no le sale la
palabra sustituir, pero esa es la única vez que les oímos. Con una
palabra ¿Por qué sólo verbalizan ellas esa culpabilidad? ¿Por qué sólo somos nosotras, las mujeres, las que ponemos voz y emoción y lágrimas a ese sentimiento
¿Por qué los creativos de este anuncio sólo han puesto cara y voz
femenina a esos reproches de nuestros hijos por no pasar suficiente
tiempo con ellos? ¿Es que los hombres no se sienten, o no tienen que
sentirse, culpables?
Por favor, no nos hagan sentir culpables a nosotras. No nos hagan sentir más culpables de lo que ya nos sentimos las mujeres. Siempre. A todas horas.
Y lo más grave de todo esto es que seguro que no se han dado ni cuenta.
Por cierto, querido diario, si yo fuera hombre estaría muy enfadado. Porque no nos han dejado hablar, y porque parece que los niños sólo echan de menos a sus mamás, y no a nosotros.