viernes, 9 de mayo de 2014

Carta de una madre

Queridos todos:
     Me voy. Volveré cuando sepáis dónde están guardadas las bolas de naftalina, cuando nuestra casa ya no tenga secretos para ninguno de vosotros, cuando seáis capaces de descifrar los códigos de los botones de la lavadora, cuando logréis reprimir el impulso de llamarme a gritos si se acaba la pasta de dientes o el papel higiénico. Volveré cuando estéis dispuestos a llevar conmigo la corona de reina de la casa. Cuando no me necesitéis más que para compartir.    Ya sé que me echaréis de menos, estoy segura. También yo a vosotros, pero sólo desapareciendo podré rellenar los huecos que vuestro cariño me produce... Sólo podré estar segura de que verdaderamente me queréis cuando no tengáis necesidad de mí para comer o para vestiros o para lavaros o para encontrar las tijeras. Ya no quiero ser la reina de la casa, estoy harta, me he cansado de tan gran responsabilidad y he caído en la cuenta de que si sigo jugando el papel de madre súper no lograré inculcaros más que una mentalidad de súbditos. Y yo os quiero libres y moderadamente suficientes y autónomos.
    Ya sé que vuestro comportamiento conmigo no es más que un dejarse llevar por mi rutina; también por eso quiero poner tierra por medio. Si me quedo, seguiré poniéndoos todo al alcance de la mano, jugando mi papel de omnipresente para que me queráis más. Sí, para que me queráis más. Me he dado cuanta de que todo lo que hago es para que me queráis más, y eso me parece tan peligroso para vosotros como para mí. Es una trampa para todos.
    Palabra de honor que no me voy por cansancio, aunque sea una lata dormirse todas las noches pensando en la comida del día siguiente y hacer la compra a salto de mata cuando vienes del trabajo y, a la larga, pesa mucho la manía de ver siempre un velo de polvo en los muebles cuando me siento un rato en el sofá, y la perenne atracción hacia la bayeta y la cera. Pero no es sólo por eso. No. Tampoco me voy porque esté harta de poner la lavadora mientras me desabrocho el abrigo ni porque quiera estar más libre para hacer carrera en mi trabajo. No. Hace ya mucho tiempo que tuve que elegir una perpetua interinidad en mi profesión porque no podía compatibilizar una mayor dedicación mental al trabajo profesional con la lista de la compra. Me voy para enseñaros a compartir, pero sobre todo me voy para ver si aprendo a delegar.
    Porque si lo consigo, no volveré nunca más a sentirme culpable cuando no saquéis notas brillantes o cuando se quemen las lentejas o cuando alguno no tenga camisa planchada que ponerse.La culpa de que sea imprescindible en casa es sólo mía, así que desapareciendo yo por unos días, os daréis cuenta vosotros de que la monarquía doméstica es fácilmente derrocable y quizá yo pueda aprender la humildad necesaria para ser, cuando vuelva, una más entre la plebe.
      Cuando encontréis la naftalina no dejéis de avisarme. Seguro que para entonces yo también habré aprendido a no ser tan excesivamente buena. Puede ser que ese día no nos queramos más, pero seguro que nos querremos mejor.
                                               Besos. Mamá.
C. de Santos - "Ser Humano"
¿Qué tenemos que decir? Después de leer con responsabilidad esta carta y reflexionar, no sólo para comprender las verdades que se cuentan en ella y escribir en los comentarios opiniones sin sentido, sino para tomar una postura que implique cambios en nuestras conductas diarias. 
Escribe tus compromisos personales.

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Para terminar, un chiste...


    Un hombre  llega a casa del trabajo y encuentra a sus tres hijos en el  jardín aún con los pijamas puestos jugando en el barro, con cajas de comida  vacías y los envoltorios de éstas esparcidos por todo el jardín.
    La puerta del  coche de su mujer estaba abierta, así como la puerta de entrada de la casa y  no había señales del perro.

    Cuando entró encontró aún mayor desorden..  Una lámpara caída en el suelo y la alfombra estaba arrugada contra la pared.  
    En el salón la televisión estaba a todo volumen con un canal de  dibujos animados y la salita de estar estaba cubierta de juguetes y ropa.  
    En la cocina la pila estaba llena de cacharros, el desayuno derramado  por la encimera, la puerta del frigorífico abierta de par en par, la comida  del perro tirada por el suelo, un vaso roto debajo de la mesa y un pequeño  montón de arena detrás de la puerta.
    Inmediatamente subió las  escaleras sorteando todos los juguetes y más pilas de ropa buscando a su mujer  preocupado por si estaba enferma o la había ocurrido algo serio.
    De  camino a la habitación, vio como corría el agua por debajo de la puerta del  cuarto de baño y cuando entró las toallas empapadas espuma y más juguetes  por el suelo, kilómetros de papel higiénico amontonado y pasta de dientes  untada por el espejo y las paredes.
   Entró corriendo en el dormitorio y  encontró a su mujer acurrucada en la cama, en pijama y leyendo una novela.  
Ella le miró, le sonrió y le preguntó que tal le había ido el día.  
Él la miró furioso y le preguntó, - ¿Qué ha pasado hoy aquí? 
Ella volvió a sonreír y le dijo:- ¿Recuerdas que cada vez que llegas del trabajo me preguntas qué c... hago todo el día?

-  Sí, contestó él incrédulo.
- PUES HOY NO LO HICE...

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